Deja huella en las personas, no en el planeta
16 de abril de 2024
Conviértete en catalizador del cambio, transformando a quienes transforman
No conozco a nadie que salga a caminar por el monte y tire al suelo una botella de plástico. Igual que tampoco conozco a nadie que baje a la playa y tire a la arena las bolsas de patatas fritas o latas de cerveza.
Pero ahí están, las vemos todos los días. Es sorprendente, y nos genera malestar.
Leer titulares como que hace un par de meses retiraron tres toneladas de basura del puerto de Sant Antoni, una localidad ibicenca de menos de 30.000 habitantes, ¡en una sola mañana de limpieza! nos hace sentir avergonzados.
No aparecen de la nada, así que debe ser porque alguien sí las tira. ¿Cómo es posible?
Hay muchos estudios y mucha investigación que intentan explicar por qué pasa esto; de todas las cosas que he leído yo me quedo con cuatro.
Trazando el mapa del compromiso social
Por una parte, está la visión holística de la sociedad. Desde este modelo de explicación, «yo», como «individuo», realmente no tengo capacidad ni tengo impacto: los problemas o las soluciones los consigue la acción de un «colectivo». Así, una persona que no se preocupa por el medio ambiente lo hace porque asume que, como individuo, no puede hacer nada relevante. Lo que haga no es más que una mota de polvo, así que lo haga o no, va a dar igual. Por tanto, asume la postura más cómoda.
Sin embargo, la visión racionalista-individualista lo que explica precisamente es que la agregación de individuos es lo que hace que surja el comportamiento colectivo. Una persona que no está comprometida, incide de manera directa en que el colectivo no consiga su objetivo.
Superada esta primera barrera, la siguiente es la descarga de responsabilidad mental. Tengo un mal comportamiento, pero es que hay otros que lo han tenido antes que yo, así que aunque mi visión sea racionalista-individualista, va a dar igual. Total que así continúa la espiral de degradación. Es la famosa teoría Broken Windows, publicada por dos investigadores policiales. Es un relato que tiene mucha aceptación como modelo de explicación de la degradación de conducta social, porque nos resulta mentalmente comprensible. Al parecer, parte de estudios poco elaborados. Es lo bueno de las ciencias sociales, que cualquier modelo de explicación se puede defender y refutar en el mismo post.
El siguiente punto de reflexión es que nada de esto ocurre si no se ha desarrollado un sentimiento de compromiso y responsabilidad. Cada vez estamos más cerca de la base de la cuestión. Las campañas de concienciación, las acciones en los colegios e institutos, los programas de voluntariado, los libros, televisión, eventos, películas… Construir un sentimiento de compromiso y responsabilidad lleva su tiempo, es una tarea non stop. Yo particularmente viví en mi infancia las campañas de los «Pezqueñines no, gracias» y la del «Todos contra el Fuego», que fue la respuesta nacional al «We are the World». Así que esos mensajes calaron.
Y calaron por un último detalle, que es, el de la conexión física con el entorno. Cuando vemos, olemos, tocamos… las consecuencias de nuestras acciones, cuando conectamos con ellas de una manera física, podemos establecer la relación causal entre un antecedente y un consecuente, incluso sentirnos que somos la causa eficiente en esa relación. De manera que una vez establecida esa conexión, y apelando a la concienciación y a la visión racionalista-individualista, podemos desarrollar nuevos hábitos y conductas individuales que, agregadas, traigan el cambio colectivo.
Del mundo físico a la era de las no-cosas
Claro, todo esto está muy bien, lo que pasa es que entonces llega la sociedad digital, que se basa precisamente en que las personas dejamos de habitar el mundo físico para vivir a partir de conexiones digitales. Nuestra experiencia del mundo real está condicionada por la experiencia en pantalla, con una diferencia, y es que la experiencia del mundo real se crea de manera colectiva, está sujeta al cambio de la mano del hombre y de las leyes de la naturaleza, por tanto, arbitraria; mientras que la experiencia en pantalla siempre es intencional y dirigida por un proceso de diseño.
En No-Cosas (Taurus, 2021) el filósofo surcoreano Byung-Chul Han reflexiona precisamente sobre esta desconexión con lo físico que nos rodea, por tanto, con la Naturaleza. Tres ideas de ese ensayo me resultan especialmente relevantes:
«El orden terreno, el orden de la Tierra, se compone de cosas que adquieren forma duradera y crean un entorno estable donde habitar (...) está siendo sustituido por el orden digital. Hoy nos encontramos en la transición de la era de las cosas a la era de las no-cosas. Es la información, no las cosas, las que determinan el mundo en que vivimos». (Byung-Chul Han, opus. cit.) Lo que me hace pensar que convertir los problemas de la realidad en datos hacen que estos problemas pierdan valor, porque convertirlos en datos hace que se diluya el impacto del problema, al poder compararse con otros datos y otras magnitudes quién sabe si a diferente escala o de procedencia incierta. Podemos ver las imágenes de los pellets en las costas de Galicia, o incluso recogerlos, pero no podemos saber de dónde salen los datos que justifican su irrelevancia, o que en otros sitios ha sido peor y no pasa nada.
Es una consecuencia de haber aceptado el mito del «dato mata relato», que no deja de ser un relato en sí mismo, pero bueno.
«Si el mundo se compone de objetos disponibles y consumibles no podremos entablar relación con él» (ibid.) Efectivamente, ya Heidegger alertaba en 1953 que «la técnica moderna es un provocar que coloca a la naturaleza ante la exigencia de suministrar energía que como tal pueda ser extraída y almacenada» (La pregunta por la técnica, Herder, 2021) Llevado al extremo, hemos pasado a considerar que la Naturaleza es algo que está destinado a nuestro consumo; por tanto, una relación de uso para nuestro objetivo de transformación de la realidad (que al mismo tiempo es transformada para poder hacer la transformación). La Naturaleza pasa a ser algo en lo participamos para conseguir una experiencia, que empieza, termina y pasa de largo; en lugar de verla como un fin en sí misma. La asimetría relacional que se establece entre quién «consume algo» es muy diferente de aquella del que «trabaja para algo».
Finalmente, «la comunicación digital destruye tanto la cercanía como la lejanía al hacer que no haya distancias» (ibid.), lo que significa que perdemos de vista el contexto porque se vuelve irreal. No sólo lo digital nos impide conectar con lo físico, sino que ya no sabemos dónde está lo físico, porque puede estar en cualquier lugar, por tanto, dónde esté se vuelve irrelevante y lo perdemos de vista.
Hay que volver a trabajar desde y para la Naturaleza
Todo esto es importante para los que vivimos en el mundo de la tecnología, porque la propia naturaleza digital del trabajo digital hace que no estemos vinculados con las consecuencias que tiene en el medioambiente.
Tanto lo que hacemos, como la forma en que lo hacemos, sucede a través de teclados y pantallas, y se convierten en sistemas a los que accedemos desde pantallas, desplegados nada más y nada menos que «en la nube».
Mentira: están en centros de datos y granjas de servidores en polígonos industriales en mitad del campo.
En la profesión digital coexiste que no producimos nada con nuestras manos (porque lo que producimos no existe en el mundo real), ni sabemos las consecuencias que tiene esa producción en el entorno. No sabemos lo que hemos tenido que arrancar de la tierra para trabajar, ni sabemos el residuo que ha dejado después de nuestra creación, ni lo que se necesita para que alguien use el resultado de nuestro trabajo; por tanto, no podremos sentirnos dueños de ese trabajo ni de sus consecuencias.
Recuperar el contacto con la Tierra
Los profesionales digitales tenemos que recuperar el contacto con la Tierra, y para ello, tenemos que desarrollar nuestra Consciencia Digital Responsable.
Pensando en cómo hacerlo se nos ha ocurrido crear una suite de servicios que tienen que ver con el pasado, el presente y el futuro. Con el pasado, porque creemos que es justo saber lo bien o mal que hicimos las cosas, cuando no teníamos esa consciencia digital responsable.
¿Cómo de sostenible era tu código, por ejemplo? ¿Cuál es su orden de complejidad? ¿Qué recursos necesita un servidor para correrlo? ¿Y un cliente? ¿Seguro que quiénes van a usar tus sistemas necesitan siempre tener un teléfono flagship de última generación? ¿El último chipset? ¿Seguro?
Recordemos que hay una sonda en el espacio desde 1977 capaz de reorientar su antena y recuperar la conexión con la Tierra por sí misma a más de 19 mil millones de kilómetros de distancia. Construída con tecnología punta..., de los años 70.
Estoy convencido que desarrollamos sistemas que no son eficientes porque hemos abrazado la teoría de la abundancia por encima de la coherencia: el impacto económico inmediato, cortoplacista, de meter más RAM, o más capacidad de proceso, o almacenamiento, es irrelevante comparado con el esfuerzo mental o la habilidad para hacer mejor código.
Esto abre toda una nueva categoría de Deuda Técnica, espero que la comunidad sepa disculparnos: es por una buena causa.
También con el presente, es decir, con la tecnología que estás diseñando o desarrollando hoy en día. Si eres un profesional digital, del diseño, del desarrollo, del dato, del negocio, de la inteligencia artificial… y supieras cómo hacer para reducir el impacto de tu actividad, ¿cómo podrías elegir no hacerlo?
¿Cómo podrías tirar una lata de cerveza en la playa?
Y finalmente, con el futuro. Con aquellos sistemas o soluciones que todavía no has diseñado, pero que quieres diseñar. De nuevo la clave es trasladar tu consciencia digital responsable a todas las cosas que estás pensando hacer, para hacerlas bien desde el principio. Desde que dejan de ser una idea en tu cabeza y se convierten en un «algo» en el mundo real.
Hacer las cosas mal siempre es más caro.
GAIA y la responsabilidad de los profesionales digitales
En SNGULAR trabajamos para generar esa conciencia digital. Nuestra misión es hacerte más grande. Empoderarte y acompañarte para evaluar y potenciar el impacto positivo de tu proyecto y rentabilidad. Somos los catalizadores del cambio, transformando a quienes transforman.
Para ello hemos creado una suite de servicios a la que hemos llamado GAIA, y que está pensada para profesionales digitales que quieren dejar huella en las personas, y no en el planeta.
¿Quiéres liderar el cambio? Avísanos.
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